La pandemia, la sociedad, el mundo, el país, aquello que era y ya dejó de serlo

El contexto actual por la pandemia del COVID-19, deja en claro que el mundo de ayer no es el mismo que el de hoy. Y el interrogante, es cómo será mañana. En la Argentina, también lo que fue dejó de serlo.

Por Fabián Menichetti*

En la ciudad de Córdoba aseguran que desde los edificios más altos se pueden apreciar las estrellas, como desde hace décadas eso no sucedía en los sectores céntricos.

En la televisión pasan imágenes de una ciudad, en la que los seres humanos permanecen aislados y en las calles deambulan los ciervos libremente.

Llegan instantáneas de Venecia, en donde los canales se muestran cristalinos y hasta se aprecian los peces.

Están quienes aseguran que es el planeta tierra el que se está defendiendo de la humanidad y que eso está demostrado por lo antes expresado.

Están quienes aseguran, basados en teorías conspirativas, que se trata de un virus de laboratorio diseñado para reducir a la población.

Y están quienes, aseveran bajo conceptos científicos que es un virus que pasó de los animales al ser humano y se extendió globalmente.

Este coronavirus, conocido como COVID-19, surgido en China, cambió lo que era el mundo de ayer. Todo lo que era dejó de serlo. Y seguramente mañana nada será igual.

Las imágenes que llegan de España e Italia, conmueven hasta las fibras más íntimas: el sistema sanitario colapsado, con personas tendidas en los pasillos de los sanatorios.

Las noticias aún son más terribles: los respiradores para asistir a quienes necesitan de los mismos, no son suficientes y los médicos deben elegir entre quien muere y quien vive.

En Brasil, un presidente que aún continúa hablando de una “gripecita” y los datos (que se conocen) muestran un crecimiento exponencial de contagios y suma cada día más muertes.

En los Estados Unidos, con un sistema de salud mercantilizado, otro presidente que minimizó el problema, retornó sobre sus pasos. Ya era tarde: es el país con más casos en el mundo.

En el Reino Unido, un primer ministro que hizo lo mismo, negándose a declarar el aislamiento, terminó contagiado él mismo. No es el único: Carlos, el príncipe, también padece coronavirus.

Por su parte, en la Argentina, se declaró el aislamiento social obligatorio, para aplanar la curva de contagios. La mayoría considera que es una medida acertada, según una de los últimas encuestas.

Las imágenes en las calles parecen extraídas de una película del cine catástrofe. En determinados horarios, se muestran desiertas. Las personas con barbijos se multiplican.

El distanciamiento necesario para no ser contagiado es una imagen común. Hay controles en los ingresos de pueblos y ciudades o comunidades directamente cerradas.

Una vez más la realidad superó a la ficción. Y en esta oportunidad, lo hizo más que nunca.

Desde el gobierno ya señalaron que se priorizará la vida por sobre la economía. Por ello, se anuncian en el día a día, nuevas medidas que tiendan a paliar desde el Estado, los efectos de la cuarentena.

Por supuesto que, como era previsible, comenzaron las visiones divergentes sobre este tema: quienes, preocupados por la economía (los dueños de la economía), propenden a que esta prevalezca sobre la vida.

Ya es notorio que las y los voceros/as de esos sectores, comenzaron a expresarse. Quienes han manipulado y edificado al denominado “sentido común”, en beneficio de ciertas élites, en los últimos años, salen nuevamente al ruedo.

No es necesario ser muy hábil para leer o escuchar entre líneas cuál es el mensaje.

Aconsejan optar por el camino del premier británico, que fracasó por la presión popular; el del mandatario brasileño que siempre tiene una dislocada frase, fuera de contexto; el del presidente de los Estados Unidos, que debió retornar sobre lo que había expresado.

El mensaje ya de ciertos sectores, es claro: que mueran quienes tengan que morir, pero que la economía no se detenga. En conclusión, que el Estado no tome decisiones sobre el mercado. Que no lo regule. No se conmueven, claro, ni siquiera con las imágenes que provienen de Italia o España y las cifras de miles de muertes. Nada los conmociona.

Desde aquellos países, quienes en medio de la desesperación por lo que están padeciendo, hablan con los medios argentinos, recomiendan: “no hagan ustedes lo que se hizo aquí, que se permitió que la gente saliera a cualquier parte, que no se aislara y a esto hemos llegado”.

Otro detalle, reflejado también en las encuestas: la mayoría comulga, en este contexto con la presencia fuerte del Estado. Quienes hasta no hace nada, renegaban de ese Estado, paradójicamente ahora reclaman por más Estado.

Lo hacen quienes propendían a un sistema de salud como el de los Estados Unidos o Chile, a diferencia del mixto que posee nuestro país, y ahora valoran que se invierta en el mismo; lo hacen quienes reclamaban por aquellas personas que recibían una asistencia económica estatal y ahora la esperan.

Lo hicieron, seguramente, muchas y muchos, que se quejaban de la línea de bandera, Aerolíneas Argentinas, y fueron repatriados desde el extranjero, en donde se encontraban, precisamente por los aviones y los tripulantes de esa empresa estatal.

Eso sí, en algún caso, no se privaron al llegar, de proferir insultos a una tripulante, porque ¡debían esperar! una media hora por disposición de las autoridades sanitarias.

Hay personas, evidentemente que no tienen cura, no del coronavirus, claro…

Sin dudas, esto también va a pasar. Eso, por lo menos es lo que esperamos todos y todas. Eso sí, concuerdan los analistas y especialistas, ni el mundo ni el país serán los mismos.

El activista y filósofo italiano, Franco “Bifo” Berardi, según un informe de Página 12, señala sobre este momento: o salimos de esta más “solos, agresivos o competitivos” o “con un gran deseo de abrazar, (de) solidaridad social, contacto, igualdad”. 

Agrega que el virus trae consigo “la condición de un salto de salud mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá”.

Si algo trocó en este espacio que se lleva de la pandemia afectando a nuestra sociedad, es que se están cerrando algunas grietas, como las fronteras; que los traficantes del odio, dejaron de traficar por un rato; que los voceros del poder que ha conformado al sentido común desde hace algunos años a esta parte, ya no son tan creíbles.

Ojalá, que millones, cuando haya pasado el susto y la tragedia por la víctimas del coronavirus, no se olviden de esta etapa crítica por la que estamos atravesando.

Existe un virus que afecta a toda la humanidad: El COVID-19.

En la Argentina otro virus, además, nos afectó en los últimos años.

Es el odio que fue inoculado en una gran parte de la sociedad.

Ojalá que ahora sea definitivamente desterrado.

*Periodista. Editor Tercer Río Noticias. Director periodístico Mestiza Rock. Autor de los libros: Noviembre (1997) y Esquirlas de Noviembre (2011)

Fuente: www.3rionoticias.com.ar