Nuestra razón de ser

Por Juan Carlos Giuliani*

La CTA Autónoma no surgió de la nada. No nació de un repollo. Tiene un pasado, transita un presente y, sobre todo, se proyecta hacia un futuro que nos permita reconquistar derechos y avanzar en la construcción de un mundo sin explotadores ni explotados.

Desde sus orígenes, la clase obrera argentina fue moldeando una identidad que se nutre de la unión de la conciencia de clase a la conciencia nacional. Esa unión es la que define su grado de desarrollo histórico y la dota de una concepción de disputa integral por el poder: La lucha reivindicativa se vincula a la lucha política contra el bloque dominante.

La construcción del relato histórico del movimiento obrero reconoce esa síntesis entre la primigenia fuerza del trabajo criolla y el aporte de anarquistas, socialistas y comunistas que llegaron al país huyendo de las persecuciones en Europa. Esa fusión, con sabor a mate amargo, le dará su fisonomía a la clase social que le da sustento al Movimiento Popular.

Después de todo, unos y otros, nativos y extranjeros, constituyeron la masa de explotados que generó la riqueza fundante del naciente capitalismo autóctono.

Somos orgullosos rescatistas del ejemplo de resistencia de los antiguos moradores de estas tierras, sacrificados por el imperio español en las entrañas del socavón en las minas de oro y plata; de los criollos que hicieron las primeras huelgas, como los aguateros de los ríos de La Plata y el Paraná por mejores condiciones laborales y buenos salarios, o los de los astilleros correntinos para negarse a construir las barcazas con que el Ejército de Mitre masacraba al pueblo paraguayo.

Somos herederos de los anarquistas, socialistas y comunistas que llegaron del otro lado del mar para formatear, junto al sindicalismo revolucionario primero, y a los “cabecitas negras” que rebautizaron la Plaza de Mayo el 17 de octubre después, la matriz del movimiento obrero contemporáneo.

Somos continuadores de la heroica Resistencia Peronista y del Cordobazo; de los postulados revolucionarios de los planes de La Falda y Huerta Grande; del Manifiesto del 1º de Mayo de 1968 de la CGT de los Argentinos y de los 26 Puntos de la CGT Brasil.

Los mártires de la Semana Trágica, La Forestal y la lucha de la Patagonia, los fusilados en los basurales de José León Suárez, las víctimas del Plan CONINTES, Felipe Vallese, Atilio López, Benedicto Ortiz, Víctor Choque, Teresa Rodríguez, José Luis Cabezas, Maximiliano Kosteky, Darío Santillán, Jorge Julio López, Carlos Fuentealba, Mariano Ferreyra, Daniel Solano y las ausencias irreparables de Agustín Tosco y Germán Abdala. La lista es inacabable y el recuerdo imborrable.

Somos hacedores del Grito de Burzaco, de la Marcha Federal, del Congreso de la Producción y el Trabajo, de la Marcha Grande por el Trabajo, del Frente Nacional contra la Pobreza que impulsó la Consulta Popular, de la Constituyente Social, de las movilizaciones contra el ALCA y de miles de acciones que a lo largo de todo nuestro vasto territorio protagonizan las trabajadoras y los trabajadores organizados.

Nos reconocemos en el compromiso militante de nuestros treinta mil desaparecidos que derramaron su sangre por una Patria para todos. En el valor de nuestros jubilados, que miércoles a miércoles nos enseñan que la historia es un río que fluye; en las mujeres que marchan y pelean contra el patriarcado y defienden la igualdad en sus puestos de trabajo; y en los Chicos del Pueblo que siguen denunciando que el hambre es un crimen.

Rescatar este compromiso político, social e histórico se convierte en un imperativo insoslayable en momentos que el enemigo opera incansablemente para mantener sus privilegios intactos y el campo popular debate, se organiza, confronta y articula en medio del vértigo de esta etapa signada por el ajuste impuesto por el FMI y la necesidad de aportar a una nueva centralidad de la clase.

A los que aseveran que los trabajadores deben permanecer indiferentes al destino de la Nación y pretenden que nos ocupemos solamente de problemas gremiales, les respondemos que impulsamos una práctica de sindicalismo integral, que liga lo político a lo reivindicativo, que organiza la voluntad colectiva, se reapropia del conocimiento y construye poder propio para asegurar el bienestar del pueblo todo. Lo otro es sindicalismo amarillo, empresarial, que quiere que nos ocupemos solamente de los convenios y las colonias de vacaciones, mientras hace negocios bajo la mesa.

Somos una central de trabajadores, no una confederación de organizaciones sindicales. Propiciamos la afiliación directa de cada trabajador a esta experiencia colectiva de nuevo tipo. Ello implica que no es necesario que el trabajador esté afiliado a un gremio para ser CTA.

Prevalece su identidad de clase como sujeto social sin importar su condición de empleo. Es decir si está o no registrado, si pertenece al pequeño universo del trabajo formal, o al océano de indignidad donde la mayoría sobrevive a duras penas a las diferentes clases de fraude con que las patronales arropan de luto el trabajo a destajo.

Hoy se calcula que casi el 50 por ciento de la fuerza del trabajo está en negro en nuestro país bajo formas variopintas de precariedad y flexibilización laboral. Somos la expresión de ese emergente social. A la exclusión con que los condena el sistema no le vamos a sumar mayor marginalidad y ninguneo. No dejan de ser trabajadores porque no perciban un recibo de sueldo en blanco. Por eso, también, somos un nuevo modelo sindical que no tiene nada que ver con el otro, del que nos fuimos hace 30 años para crear algo distinto. No somos sindicalismo empresarial.

En medio de esta plaga, que combina altas dosis de informalidad laboral con la falta de libertad y democracia sindical, venimos a dar cuenta de esa realidad heredada del neoliberalismo para transformarla e impedir que se perpetúe la superexplotación capitalista neocolonial.

Esta construcción política, gremial, organizativa y cultural de la clase no sólo promueve la afiliación directa del trabajador sino que estipula la elección, a través del voto secreto y directo de sus afiliados, de cada una de las conducciones locales, regionales, provinciales y de su Comisión Ejecutiva Nacional. Nada de dedo.

Participan de su vida interna, a lo largo y ancho del país, trabajadoras y trabajadores de la actividad pública y privada, activos y jubilados, formales, precarios, cuentapropistas, autogestionados, enrolados en organizaciones sindicales con personería gremial o simplemente inscriptas; militantes de organizaciones barriales, sociales, comunitarias, juveniles, con discapacidad, migrantes, de pueblos originarios.

Hoy renovamos nuestro compromiso con las banderas fundacionales de la CTA: Autonomía de los patrones, los gobiernos y los partidos; afiliación directa, libertad y democracia sindical.

Somos caminantes: Marchamos, peleamos, no transamos.

Somos pechera, bombo, canto, bandera de unidad.

Somos autónomos del Estado, los partidos políticos y los patrones.

No somos neutrales, pretendemos gobernar nuestro destino. Luchamos por una Nueva Argentina que, como en gran parte de América Latina y el Tercer Mundo, alumbre una institucionalidad de poder popular capaz de romper el molde de la democracia formal.

Volvemos a sembrar en el territorio fértil de la esperanza. Convencidos, como lo estamos, que otro país es posible.

Volvemos a las fuentes.

A nuestra razón de ser.

Ser CTA.

*Vocal de la Comisión Ejecutiva Regional de la CTA Autónoma Río Cuarto. Congresal Nacional de la CTA-A en representación de la provincia de Córdoba