Sólo se trata de vivir

Por Juan Carlos Giuliani*

A los tropezones, lastimados por la ignominia de los que gobiernan, con la guardia alta para frenar la quita de derechos, ofendidos y humillados por tanta pobreza en un país rico, contando las monedas para llegar a fin de mes, sufriendo en la tribuna por nuestro equipo, al fin y al cabo lo único que no se cambia en el mundo: El color del club de nuestros amores.

Criando a nuestros hijos en la cultura de la solidaridad, amando lo que vale la pena amar, odiando la impudicia del poder, luchando contra la injusticia, ganándole por goleada a la tristeza con la que nos quieren ahogar los que mandan, agradeciendo la bendición de cada amanecer, esquivando baches, soñando las cosas que hacíamos cuando éramos chicos, gestos que luego repitieron nuestros hijos y ahora balbucean los nietos.

Así, entre risas y llantos, a pesar de los pesares, va terminando este 2023.

Nada augura que el año que viene vaya a ser mejor. Muy por el contrario. Todo anuncia que será peor. Por lo menos hasta que se animen a echar al FMI, derogar la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz y la Ley de Inversiones Extranjeras, pilares de nuestros males y fracasos. La confianza en el porvenir es la última trinchera para abroquelarnos a defender el derecho a la alegría. La mínima cuota de vida digna que nos merecemos. Una porción de la torta que se comen unos pocos privilegiados. Los mismos que se llevan la guita del país en pala. Los eternos ganadores del modelo.

Aquerenciamos un valor que no nos pueden arrebatar. Las ganas de vivir. Torcerle el brazo al  desencanto, animarnos a decir y hacer lo que pensamos, encontrarnos con un guiño cómplice y una flor en la solapa, algo así como el “No me olvides” de la Primera Resistencia Peronista.

En el canto y la poesía del pueblo reside nuestra razón de ser. La copla nace de las entrañas de la tierra para contar la verdad de lo que pasa. Un imaginario colectivo que vamos construyendo entre todos, para que lo extraordinario se convierta en cotidiano.

Para volver a respirar el afecto y la militancia compartida.

Para recuperar la mística que riega la conciencia de unidad de la clase.

Para abrazarnos y reconocernos en el paisaje del país federal que se expresa en todas las tonadas.

Para volver a sembrar justicia social en el territorio fértil de la esperanza. Convencidos que otro país es posible.

Para organizar la rebeldía colectiva contra este nuevo intento de restauración oligárquica.

En versos del gran Atahualpa Yupanqui: “Llenen mi boca de arena/ Si quieren callar mi voz/ No he de morirme de pena/ La flecha ya está en el aire/ La flecha ya está en el aire/ Para llenarse de sol”. 

*Periodista. Escritor. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba

Fuente: www.retruco.com.ar